Ricardo Román , activista y miembro del equipo de Reevo se adentró en la sierra de Huaraz, en la Provincia de Ancash. De primera mano Conoció el proyecto semillas de vida, un camino hacia la educación libre que acompaña su enseñanza desde el buen entendimiento con la naturaleza.

El proyecto “Semillas de Vida” se lleva a cabo en la sierra de Huaraz, provincia de la Región Ancash (Perú). Es un pueblo situado a tres mil metros sobre el nivel del mar. Antes de ir hasta allá, todo el mundo advierte sobre las curvas que existen antes de llegar, pero también sobre el increíble paisaje que se puede disfrutar.

Hasta ahí llegó Sophie, desde Bélgica, hace diez años. Ella es una de las impulsoras de este proyecto; tiene cuatro hijos y ha convertido su vida en un camino hacia la educación libre, en contacto con la naturaleza, con el arte, en un proceso de construcción permanente. Vive en Monterrey, a unos kilómetros de Huaraz, con su compañero Luois y sus cuatro hijos.

Semillas de Vida

Semillas de Vida

 

El proyecto es llevado a cabo hoy día entre María Molina, Sophie y Jordi. Ellos tres lo impulsan y son referentes del espacio. A pesar de que uno puede conocer la localización explicada y ejemplificada mediante fotografías, no hay nada comparado a lo que genera ese lugar personalmente y a la sensación de libertad que los niños contagian mientras corren, se columpian, trepan por las piedras o caminan por el borde del río.

Sophie decidió montar este proyecto en 2012, junto a otra familia que más tarde tuvo que abandonarlo, quedando ella y su familia como referentes principales del lugar. En la actualidad son 20 niños, de los cuales once van a Inicial y nueve a Primaria. Por el momento sólo dan espacio a estos niveles, con la intención de ampliar hacia un Secundario en uno o dos años. No es apuro lo que los guía, pero sí la esperanza de que esto se vaya dando como un proceso natural: que los mismos niños que transitan Primaria en la actualidad continúen su formación en el mismo proyecto. Para ello están conversando con otros proyectos que ya llevan esta experiencia a cabo, como MARES (Lima), para poder nutrirse de su trayectoria.

¿Cuál es la pedagogía de Semillas?

En Semillas de Vida transitan cuatro referentes y un quinto recientemente incorporado. Se autodefinen así, “referentes”, porque consideran que acompañan en el proceso de aprendizaje a los chicos. La pedagogía que desarrollan se basa en trabajar mediante proyectos. Esto los sitúa en un intento por alejarse de la curricula tradicional.

Aun así, la curricula les sirve de guía en función de saber qué puede ser básico como conocimiento para los niños. Lo utilizan como contención para desarrollar un proceso experimental, el cual por momentos necesita de una guía que medie entre lo que se supone que los niños deben saber y un proceso analítico y reflexivo respecto de cuánto de eso es cierto.

La metodología de Semillas de Vida se basa en que los proyectos son propuestos por los mismos chicos, siendo los referentes quienes los habilitan y acompañan en el proceso de creación, aprovechando a desarrollar conocimientos a través de la intervención práctica.

¿Una escuela en la montaña, cómo sería?

Al bajar del coche, encontramos una cuesta por subir para llegar hasta la puerta con “manos de colores estampadas” que nos avisa que hemos llegado al lugar.

El huerto es lo primero que se ve al entrar, y detrás, el invernadero ecológico, los columpios, la bodega. A la derecha, el salón que alberga a los chicos de Primaria e Inicial. Adentro, la cocina.

Al bajar hasta el río, en el que los chicos construyen con piedras una pequeña piscina para cuando llegue el buen tiempo, es posible descansar junto a las piedras. Existen dos de ellas que son especiales en este espacio. Una simboliza las promesas que todos los chicos hicieron en una jornada de resolución de un conflicto; la llaman “La Piedra Sagrada”.

La otra es una gran roca a la cual todos se suben, trepan, se sientan y la hacen parte de sus herramientas y útiles de juego.

A lo largo de todo el espacio, los chicos corren, saltan, juegan… Usan unos grandes columpios para balancearse con fuerza, pegando contra el aire, con una música de fondo que suena al agua que corre en el río y a la naturaleza. Árboles gigantes que nos hacen sentir diminutos y, más allá, el atardecer entre montañas, ríos, tierra y vegetación.

El conjunto de elementos naturales da al desarrollo de los chicos un carácter ecológico, en contacto con la tierra, libre,  lo cual se percibe desde la entrada al lugar. La ausencia de muros altos y de rejas, la existencia de espacios abiertos propician que sean más autónomos y en relación a ello que se hagan cargo de su propio contexto, aprendiendo a respetar el medio que frecuentan.

Se nos enseña el huerto, se nos explica sobre las verduras que tienen sembradas, se nos invita a probar… Juegan con las plantas, pisan el barro, saltan los charcos: están en contacto con lo que está vivo.

Respecto a la organización y coordinación del espacio, el equipo lo forman tanto niños como papás, mamás y referentes. Tienen asambleas con las familias una vez al mes. Con los alumnos, tienen lugar diariamente, pero no como una asamblea formal que se configure con un horario; más bien se da de forma natural. Por último, al interior del equipo suelen tener reuniones constantes, acompañadas de una mensual que se establece como fija y formal.

También hay dificultades.

Claro que también existen complicaciones… La consolidación y el desarrollo de este proyecto conllevan un arduo y persistente trabajo por parte de las familias que forman parte de él. El contexto contrarresta la idoneidad del ambiente: circunstancias de lejanía y, a veces, desconexión respecto de otras realidades. Referentes del proyecto nos contaron sobre la sensación de soledad que se experimenta en este tipo de proyectos, estando tan alejados de nodos locales donde esta educación pueda encontrar aliados.

Otra dificultad es la convivencia con algunos vecinos, quienes no necesariamente comprenden en qué consiste el espacio y el trabajo que hacen.

La complicación de encontrar referentes para el proyecto también ha tenido que ser tenida en cuenta, ya que no hay demasiadas personas dispuestas a trasladarse a vivir allí y, en algunas circunstancias, tras intentarlo, no han conseguido sostener el compromiso.

El no reconocimiento por parte del Estado de este proyecto también dificulta su crecimiento, ya que algunos padres o madres les preocupa que sus hijos no puedan ingresar posteriormente a un sistema “normativo” si así lo desearan. Un problema que le sucede a muchos otros proyectos de educación alternativa, por cierto.

A pesar de todo, este mágico lugar abrazado a la montaña, a la naturaleza, al río y a la libertad, consigue su propósito de crear un espacio de construcción colectiva, crítica y reflexiva sobre la educación, la alimentación y el consumo. Toda una alternativa en el corazón de un espacio alejado de la urbe.