Al sur de buenos Aires acuden semanalmente niños y adultos para conversar sobre educación alternativa y poner en práctica otras formas de aprendizaje. La Casita de Longchamps es un espacio colectivo que incluye prácticas y reflexiones de padres, madres e hijos mientras en conjunto se aprende desde la conversación, el juego y el compartir entre personas de diversas edades.

Emprendí mi viaje en busca de experiencias de educación alternativa, con grandes expectativas, anhelos y deseos por descubrir. Fue así como conocí lo que sin duda alguna ha sido y será una de las más gratas experiencias vividas durante este tiempo -y para el resto de mi vida- en el que traté de aventurarme a conocer lo que para mí era desconocido. Al sur del Gran Buenos Aires y alejada del ajetreo que viene inmerso en la urbanidad, se ha comenzado a gestar una comunidad de aprendizaje que lleva por nombre “La Casita de Longchamps”. Modesta y en restauración, “La Casita” abre sus puertas para recibirnos y adentrarnos en un mundo en el que la alternatividad más que una forma de educación, se ha convertido en un modo de vida. Todo lo que dentro de ella sucede supone un paso que acerca a la tan anhelada utopía.

Disfrutando del Estanque

Disfrutando del Estanque

El juego nunca se ausenta, y es la principal forma de interacción y descubrimiento propio y de los demás.

Al llegar a la casita, lo primero que encontré fue la calidez de un grupo humanizado que me recibió con alegría y buena onda en todas y cada una de las ocasiones que la visité. Este grupo de madres, padres, hijos y acompañantes se congregan para charlar y accionar sobre la educación desde un enfoque que asume la responsabilidad de hacer por los niños algo más que mandarlos a la escuela. Aquí se visualiza a la educación desde la libertad, la autogestión y la presencia de una horizontalidad que permite que todos aprendan de todos; porque todos tienen algo para aportar y por ende todo conocimiento es valioso. Por tanto, el día a día de “La Casita” se trata de la permanente determinación de construir puentes y tejer redes por y para el bien del colectivo.

El trabajo

El trabajo

“La Casita”, es el lugar en el que la alternatividad es un modo de vida que se manifiesta a través de la mente consciente y despierta que ha elegido reaccionar ante la problemática que la mayor parte de quienes habitamos el mundo nos negamos a aceptar. Haciendo uso de la transversalidad, dentro de sus actividades tocan temas sobre la educación libre y autónoma que reconoce las capacidades innatas para el aprendizaje y que además asume el compromiso de cultivar y encausar el conocimiento sin importar las características humanas como el sexo, la edad o cualquier otra condición.

A pesar de ser un proyecto en el que los niños tienen un espacio importante; sus actividades están pensadas para la comunidad; de modo que cualquier persona pueda participar de ellas, partiendo de la perspectiva que la educación es asunto de todos y para todos. No obstante, una de las actividades clave en “La casita” es la jornada de lxs niñxs. Una vez más la libertad se manifiesta, ya que cada uno desde sus propias habilidades y fortalezas desempeña el rol que elije, y conoce lo que desea conocer; sin ataduras, órdenes o imposiciones.

Fiesta con el Barrio

Fiesta con el Barrio

A “La Casita” no se acude para obtener un título que “certifique” el conocimiento, porque éste es tangible, se puede ver y escuchar y es un hecho que está ahí

Esta sucede los lunes y los miércoles, da inicio temprano a la mañana y finaliza cerca de las 2 de la tarde; durante este tiempo, todo transcurre bajo el acuerdo de “no intervención” por parte de los adultos, de este modo se propicia en lxs chicxs la autorregulación, el manejo de la libertad, la autogestión y la capacidad de resolver conflictos y dificultades que puedan surgir a través de sus propios medios y recursos, ejercitando su capacidad de ser autónomos e independientes. El juego nunca se ausenta, y es la principal forma de interacción y descubrimiento propio y de los demás.

El Barro

El Barro

Los adultos también participan, aunque en calidad de espectadores, su rol principal es el de la escucha activa que pretende captar las palabras, acciones, ideas, deseos y cualquier forma de expresión de los chicos. Así son observadores del proceso, con la confianza y certeza que cada uno encontrará sus formas y su camino porque tienen la capacidad natural para lograrlo.

Durante la jornada, el momento de la merienda es ideal para seguir compartiendo y aprovechar los productos de la huerta ya transformados en ricos guisos que las mamás y papás preparan en la cocina de la casita, mientras sucede todo lo antes relatado. Finalmente la jornada concluye con la asamblea de niños y acompañantes, este espacio pretende la reflexión de lo realizado en el día, la expresión del sentir durante la jornada y una abundante lluvia de ideas sobre lo que les gustaría hacer en la siguiente ocasión, participando activamente de las decisiones.

Recibiendo el Solsticio

Recibiendo el Solsticio

Aquí no se dan talleres, ni clases, ni cátedras; todas las actividades ocurren en círculo porque constituyen un espacio para el encuentro, el intercambio y el contacto con el otro y con su humanidad. Los círculos se generan entre la crianza respetuosa, la maternidad y la paternidad, la lactancia y la alimentación aunque también hay espacio para el arte, la música, el movimiento, la meditación y el permanente autoconocimiento y reconocimiento del otro. No hay aulas y tampoco es necesario delimitar un horario específico de recreación porque todos los que participan de ella, se recrean día con día. A “La Casita” no se acude para obtener un título que “certifique” el conocimiento, porque éste es tangible, se puede ver y escuchar y es un hecho que está ahí. Y se revela a través de otra de las cosas que me llevo guardada como valioso tesoro; las sonrisas, la energía, la vitalidad, la agudeza, el talento, el ingenio y la espontaneidad de aquellos que son la inspiración de este espacio en el que los frutos del pensamiento comunitario cobran sentido; los chicos.

El parque

El parque

En forma de un huerto orgánico es como la ecología y el cuidado del medio ambiente se hace presente dentro de los ejes que atraviesan la cotidianidad de “La casita”. Además de la separación de residuos orgánicos para hacer compost y la reutilización de desechos; porque a todo se le puede encontrar un uso provechoso y porque todo se puede convertir en un recurso para la enseñanza y el aprendizaje. La alimentación es uno de los temas centrales y controversiales durante las asambleas de los adultos, pues en “La Casita” sus miembros han elegido, cada uno desde sus tiempos, su individualidad y sus familias, fomentar el consumo responsable y respetuoso con la naturaleza y con el cuerpo mismo.

Además de lo que ahí dentro ocurre, lo más importante de “La Casita de Longchamps” son las personas que la hacen posible. Niños y adultos, han puesto su esfuerzo y energías en contribuir para construir el espacio y renovarlo cada día.

Celebración

Celebración

Sin lugar a dudas, “La Casita de Longchamps” es un espacio que permitió expandir mis horizontes hacia nuevas formas que son posibles y que en un tiempo no muy lejano fueron producto de un anhelo. Pero que hoy está en crecimiento gracias al trabajo , esfuerzo y energías de un grupo de personas que apostaron a lo comunitario y que han logrado poner en marcha el proceso de consolidación de un proyecto que devela una educación que es posible y que se sustenta en los principios de la libertad, de la conciencia, de la autonomía y del rescate y valorización del conocimiento verdaderamente importante; aquel que sobrepasa las limitaciones curriculares de lo tradicional y las murallas de la rutina; el conocimiento para la vida.