Laura se encuentra en Colombia y está investigando las prácticas educativas en diversas comunidades y grupos étnicos que habitan dichas latitudes. En esta primera entrega nos cuenta acerca de su intercambio con una madre y maestra que conoce de cerca a la comunidad Kággabba.

Varias etnias indígenas habitan la extensión del territorio de Colombia. Una de ellas es la etnia Kogui o Kággabba, ubicada en la Sierra Nevada de Santa Marta, a unos 42km de la costa caribe, al norte del país. La Sierra tiene una superficie aproximada de 17.000 Km2 y alcanza una altura de 5.775 metros en sus picos más altos. Su densa vegetación selvática la hace extremadamente inaccesible, por lo que la habitan principalmente grupos indígenas.

Fanny Rueda, maestra de danza, ha vivido allí durante los último cuatro años. Allí nació su primer hijo, y allí experimentó de primera mano la educación en la cultura Kággabba, ampliamente conocida como Kogui. Nuestra charla comienza haciendo hincapié en las marcadas diferencias que existen entre la educación que reciben los niños Kággabba o Kogui, y la que se dicta en la escuela tradicional:

“Ellos [los Kogui] aprenden su lengua, su cultura, y no aprenden a sumar, restar. Esas cosas las van aprendiendo con la experiencia y con los errores, en los negocios que se dan cuando tienen contacto con el civilizado. Pero, en sí, que ellos se reúnan y tengan escuelas y programas y desarrollen, digamos, su intelecto, no pasa.”

“Lo que le enseñan a sus hijos es por tradición oral: Ellos se reúnen todas las noches, en especial los hombres, y otras veces hombres, mujeres y niños, y cuentan sus historias, con las que los niños aprenden, y se transmite su cosmogonía, su forma de actuar frente a diferentes situaciones y dificultades. Lo aprenden mediante historias; toda la educación de los niños se da mediante historias.”

“El mamo es el que cuenta las historias en la reuniones importantes, pero todos las conocen. Después, a nivel del núcleo familiar, ellos las repiten, las reproducen. Si el niño no la recuerda, se la recuerdan los papás.”

Fanny me explica que es a través de estas historias que cada Kogui participa de la tradición cultural de la comunidad. Los niños aprenden valores como honestidad, respeto, responsabilidad, trabajo y esfuerzo, entre muchos otros, a la vez que una especial veneración y respeto por la tierra, a la que consideran la ‘Primera Madre y Madre de todos’, aquella que provee de todo lo que se necesita para vivir.

“Ellos acogen muy bien a la gente que llega. Para llegar a cualquier comunidad de la sierra primero tienes que pegarte una caminada de días… Entonces, ya nada más con esa caminada, tú llegas en otra sintonía, con un respeto profundo.”

“Eso es la Sierra Nevada. Por su ubicación geográfica, es muy precaria en muchas cosas. Ellos viven allá como en una isla; es decir, son como vírgenes culturalmente. Bajan a la carretera pero no conocen mucho del mundo; conocen más por la gente que se ha ido a vivir allá, como yo.

“Los niños tienen más gusto por aprender, más amor por el aprendizaje. Me parece muy valioso que se aprenda a través de metáforas, de historias… Están siempre jugando, experimentando, compartiendo.”

“Su figura de autoridad no es una figura que los amedrente, si no que, por el contrario, ellos la admiran y quieren imitarla: al adulto, a su tutor, a su papá.”

Fanny describe a los niños de la comunidad Kogui como niños felices, disciplinados y curiosos:

“Son súper, súper juiciosos: sin dejar de ser niños, ellos juegan, saltan, corren… Pero la palabra del papá y la mamá es sagrada; con que le hablen, ya es suficiente.”

Me cuenta, por ejemplo, que los padres nunca gritan o golpean a sus niños, que las niñas desde los seis años de edad cuidan a sus hermanos más pequeños mientras sus padres trabajan; en cuanto el pequeño aprende a caminar, participa y acompaña a sus padres en las labores cotidianas: la siembra, la construcción de casas, mesas, sillas y la elaboración de ropa, entre otros. Todo eso y más lo aprenden desde el ejemplo.

Los niños de la comunidad Kággabba aprenden a través de la experimentación constante, lejos de seguir un programa de estudio preestablecido. Aprenden en el quehacer cotidiano compartiendo con los demás y a través de historias y metáforas que los hacen parte de la tradición y cultura de su pueblo, contando siempre con el acompañamiento de su familia y la comunidad durante todo el proceso de aprendizaje y desarrollo.