Al noroeste de Barcelona funciona un colegio que ofrece total libertad a sus estudiantes para la elección de su aprendizaje. Con propuestas para desarrollar la autonomía sin descuidar la importancia de la relación con el otro, este espacio contribuye al aprendizaje conjunto de niños de diversas edades en los mismos espacios. Los miembros de Escuela21 relatan acerca de espacio donde todos aprenden desde una comprensión integral.

El colegio Montserrat se hizo vecino del funicular de Vallvidrera hace más de ochenta años. Como buenos amigos, colegio y funicular se saludan en cada viaje de subida y de bajada. Cada uno aporta su particular sonrisa. Son ya unas cuantas décadas celebrando vida y crecimiento. Por eso subirse a este funicular es una experiencia relajada hasta que se inicia el ascensocompartiendo el viaje junto al colegio Montserrat, entonces es cuando el trayecto se vuelve emocionante.

Foto tomada del Blog Escuela21

 

En las aulas del colegio Montserrat los niños pueden trabajar en grupos o de manera individual. Sorprende verlos moverse con libertad entre distintos espacios y colaborar activamente con los profesores. El escenario de aprendizaje está tan bien diseñado que trabajan en grandes salas con distintas actividades, tres clases a la vez y otros tantos profesores moviéndose entre los grupos. A pesar de tanta diversidad y movimiento la concentración reina sobre la atmósfera. Distintas muestras de trabajos y exposiciones enriquecen el espacio. Observar a alumnos y profesores aprender en una de estas espaciosas clases es un colorido mosaico de aprendizaje coherente con el siglo XXI.

El funicular asciende despacio pero sin pausa. Así que es cuestión de segundos que recorramos el camino entre piso y piso. Sin embargo, es fácil hacerse una idea de lo que ocurre con tan solo una mirada, pues las clases son luminosos espacios que se configuran con paredes flexibles y de cristal. En una de las salas, algunos alumnos escriben y organizan sus ideas sobre ellas. Están construyendo un mapa mental que explicarán al resto de sus compañeros. Al otro lado del cristal, una profesora ensaya un experimento con otro grupo diferente. Según avanzan los pisos avanzan las edades. En nuestro ascenso, hacemos un viaje de curso en curso. Nos dirigimos hacia un aprendizaje cada vez más autónomo y más centrado en el alumno, en definitiva, más inteligente.

En las primeras plantas algunos alumnos tienen las manos llenas de pintura. Otros están construyendo -o prototipando, dicen ellos- con cartones, madera o todo tipo de materiales que organizan en un espacio diferente: el atelier. Se trata de un pequeño taller con las mismas herramientas que utilizaría un pintor o un artesano. En los grupos de los más pequeños aprenden el alfabeto con símbolos y gestos. Imitan y cantan sonrientes al ritmo de la profesora. Cada letra es una imaginativa tesela en la geometría del lenguaje. Un abecedario lúdico les ofrece las llaves para abrirse al mosaico del mundo a través de la representación. Los profesores se ayudan con imágenes, con sonidos, con el propio cuerpo y con la memoria. Aprenden desde una comprensión holística de la inteligencia.

Foto tomada del Blog Escuela21

 

Se escucha el jolgorio de una gran fiesta que viene del salón principal. Se trata de una asamblea de bienvenida. Allí se acoge a toda la etapa de educación primaria. También llegan los alumnos que tienen tan solo un añito y que participan en los programas de estimulación temprana. Los más pequeños se sientan al lado de sus compañeros más mayores, los grandotes de seis y siete años que los ayudan a entonar una canción. Comparten juntos el orden del día que gira en torno a Gaudí y a sus mosaicos ¡Qué casualidad!

En la asamblea de hoy buscan similitudes entre elementos de la naturaleza y los componentes arquitectónicos más comunes en las construcciones del arquitecto. Las imágenes se proyectan en una gran pantalla. De repente hojas y caracolas de mar aparecen como arcos, dinteles y ribetes. El gran dragón del Park Güell también ha venido hasta la fiesta. Gaudí encontró su inspiración orgánica en la pequeña salamandra. En la diversidad de formas y colores de la naturaleza descubrió una desbordante fuente de inspiración.

“Gaudí tenía una gran inteligencia espacial porque construía unas casas muy bonitas” le dice un niño de unos seis años a su compañero “y también naturalista” añade la profesora “fijaos cómo se inspiró e imitó todas estas formas que encontramos en la naturaleza ¿dónde podemos descubrir alguna más?” Así que esta semana Gaudí tendrá un lugar privilegiado en el proyecto de la escuela. La búsqueda de similitudes es entretenida y probablemente te gustaría quedarte un ratito más, pero el funicular continúa su ascenso alcanzando nuevos cursos y nuevas edades.Creo que en esta viaje hasta el funicular, de alguna forma, se está volviendo inteligente.