Kusi Kawsay es un proyecto que surge a finales de los 90 como búsqueda de otras alternativas de educación. En su recorrido para hallar experiencias innovadoras, la familia Bosch se encontró con esta propuesta que incluye valores y algunas prácticas representativas del Perú, orientados en la metodología Waldorf aunque se definen como una Escuela Andina.

Subimos poco a poco por una amplia escalera de piedras. Llevo a Bruna fent l’enxaneta (a caballito) y el peso, la altura y la falta de oxígeno me hacen resoplar. Sílvia y Jana suben cogidas de la mano para evitar que alguna de las dos se quede atrás. Detrás nuestro queda cada paso un poco más lejos el famoso mercado de Pisac, aún casi vacío de turistas.

A unos 100 metros del principio de la escalera hay un pequeño camino a mano izquierda que serpentea entre los matorrales. Tan solo una pequeña inscripción pintada en blanco sobre una piedra en el suelo indica a dónde lleva: Kusi Kawsay, literalmente “Vivir Feliz” .

Nos recibe Carlos Franco, uno de los fundadores de la escuela. Él nos explica los inicios del proyecto, las razones y la ilusión de los primeros años. También las duras piedras con las que se han encontrado y que han tenido que sortear.

Al final del sendero un portalón hecho en adobe y madera nos da la bienvenida

Al final del sendero un portalón hecho en adobe y madera nos da la bienvenida

El proyecto parte de finales de los 90. La historia nos resulta familiar: varias familias de las comunidades alrededor de Pisac, entre ellas las de los 4 hermanos Franco y la familia Vizcarra, se unen buscando alternativas a las escuelas existentes. No es una cuestión de rechazo, simplemente sienten que los valores que en ellas se transmiten no les representan. En un principio se definen como comunidad para dar soporte a diferentes iniciativas fuera del ámbito escolar, después consiguen entrar dentro de una escuela pública como equipo de asesores.

El primer año es increíble. Las dinámicas y los espacios cambian. Los niños, niñas y sus familias ven en la escuela una extensión de su realidad. Los profesores, al menos algunos, están ilusionados con el proyecto. Pero en el Perú los directores son escogidos por una junta regional de educación y al siguiente año les cambian el director. Y todo cambia. El nuevo director les llama a una reunión. “Nos dijo que lo que hacíamos no tenía sentido, que los niños de las comunidades solo servían como mano de obra barata”, explica Carlos.

Por supuesto eso supuso el final de esa etapa. Algunas familias decidieron sacar a sus hijos de la escuela y se pasaron un par de años en un centro de estudios nocturno, en una situación un tanto alegal. “Nuestra intención nunca fue crear una escuela particular, pero finalmente fue nuestra única opción“. En 2010, pocos días antes de inaugurar la escuela, un huayco se lleva por delante el pueblo. Los destrozos en la escuela son grandes, muchas familias del pueblo se quedan sin casa, pero lo más dramático son las 13 víctimas. Cuando por fin la escuela abre nadie tiene ganas de celebraciones

“Los tres primeros años aquí fueron duros. Paradojicamente sacrificamos nuestras familias trabajando día y noche en construir los equipamientos necesarios para la escuela. Todo lo hemos hecho nosotros.” recuerda Carlos. Pero el mismo año que empiezan reciben el reconocimiento dentro de la Red de Escuelas Asociadas de la UNESCO, que aplica un programa para la cooperación internacional y la educación de calidad  para todos. El reconocimiento de la UNESCO no ha supuesto más dinero o recursos de manera directa, pero sí ha servido como reclamo.

Kusi Kawsay es una institución educativa sin fines de lucro. Aplican la metodología Waldorf aunque se definen como Escuela Andina. “Desde el principio vimos una gran afinidad entre la pedagogía Waldorf y la cultura andina de respeto por la Tierra, como un ser vivo más. Pero no nos parecía buena idea que tuviéramos que seguir los dictados de un grupo de personas en Europa o Estados Unidos, por eso no somos Escuela Waldorf”. Desde incluso antes de que existiese la escuela invirtieron en formar profesorado en el método Waldorf aunque siguen teniendo el mismo problema que al principio: la escasez de recursos Waldorf en español.

“Intentamos transmitir a los niños el respeto por la naturaleza que sentían nuestros antepasados. Taita Inti (Padre Sol), Pachamama (Madre Vida), los Apus (espíritus de las Montañas),… no se tratan de dioses, son miembros de nuestra gran familia. Están vivos en nosotros.” nos explica Carlos.

Volvemos unos días más tarde para hablar también con Hugo Franco, director de la escuela y hermano de Carlos. Con él, sentados en el pasto en lo alto del terreno de la escuela, seguimos hablando de cosmovision andina. “Una vez estuve hablando con un hombre ya mayor que había vivido toda su vida en la montaña, cultivando su huerto y cuidando del ganado. No había estudiado nunca. Hablaba poco a poco, pensando mucho sus palabras. ‘En el fondo – decía – somos como una familia. El padre – y señaló el Sol -, la madre – y tomó un puñado de tierra en sus arrugadas manos -,… y también hay hijos, hermanos, tíos, sobrinos – señalando las montañas, el riachuelo que corría cerca, los árboles,…’.  Para nosotros la ecología no es una cuestión de gestionar los recursos mejor porque si no lo hacemos se acabarán, para nosotros es una cuestión de amor“.

Realmente la escuela y su entorno invitan a gritos a amar la naturaleza. Los diferentes edificios están fabricados con madera, piedra, barro, paja y otros materiales tradicionales y desde las terrazas y patios de juego se tiene una vista espectacular del Valle Sagrado hacia el oeste y de Pisac y su famoso mercado al sur. Si levantas la vista hacia la montaña descubres las terrazas de cultivo construidas en tiempos anteriores a los inkas y un pequeño salto de agua escondido entre las rocas.

Desde el principio tienen niños y niñas de las etapas de infantil y primaria y en 2014 consiguieron la certificación para impartir también secundaria. Actualmente hay matriculados unos 95 niños y niñas del Valle Sagrado de los Inkas y comunidades cercanas, algunos de ellos caminan horas cada día para venir a la escuela. Por sus equipamientos, ubicación, filosofía,… Kusi Kawsay es una escuela especial. Y eso también lo notan los extranjeros que vienen a vivir al valle que buscan plaza para sus hijos. Llama la atención esa niña rubísisma persiguiendo a sus companeras de cara morena y largos cabellos azabache mientras exclama de alegría con un marcado acento inglés. O el chico de tez blanca, alto y delgado, que juega a fútbol en el patio de los grandes. Pero la escuela mantiene su vocación comunitaria. “Limitamos el número de alumnos extranjeros a 2 por nivel” nos explica Carlos de pasada. Según una escala socioeconómica, el 95% de estudiantes está subvencionado en el pago de sus mensualidades. A final de cuentas viven año a año y reconocen que si se deja de gestionar apoyo y/o recolectar donaciones, la situación se vuelve crítica.

A parte del mantenimiento de los espacios y el material, la otra gran inversión es el profesorado.
Empezando por el hecho de que los profesores escogidos en base a su integridad y a los conocimientos que puede aportar, no su CV, la formación y capacitación de docentes es un objetivo estratégico. Por eso también les duele cuando un profesor se va.

A Hugo no le gusta analizar la experiencia en función del éxito social de los niños y niñas de Kusi Kawsay. “Hay algunos que tienen responsabilidades sociales, pero nuestros chicos no son diferentes de los de otras escuelas. Les gusta divertirse, bailar…  pero sí son más conscientes de sus actos, más respetuosos con sus familias. En general tienen una manera de relacionarse en sociedad amable y respetuosa. Y algunos vuelven aquí, a ayudar con los pequeños”.

Hugo se muestra encantado con la posibilidad de realizar intercambios con escuelas españolas y también sudamericanas. Y no únicamente a nivel de alumnos, enviándose cartas o maletas viajeras. También a nivel del equipo docente intercambiando experiencias y materiales.

Nos quedamos un rato a nuestro aire mientras Hugo atiende otra visita. A lo lejos se oye el rumor de los coches y los mototaxis en la carretera que lleva a Urubamba. Un hombre cargando un fardo de maiz se dirige hacia la montaña, más arriba una mujer y un niño bajan ambos con sus quic’llas a la espalda. La vida en las comunidades no es fácil. Empiezan a caer unas gotas. Los niños de Kusi Kawsay corren entre la hierba alta, sorteando lo que nos parecen plantas de ginesta en flor, saltan sobre una pasarela y se refugian riendo en una pequeña casita de madera.