En su viaje por México, Virginia se encontró con variadas experiencias de educación alternativa fuera del ambito escolar. En este relato nos habla de La Tortuga Azul, una experiencia que se propone compartir con los habitantes locales aquello que solo disfrutan los turistas, el buceo.

Antes de viajar, sabía que me iba a encontrar con un territorio enorme, cargado de historia, de contrastes, de diversidad natural, cultural, con una gastronomía picante y sabrosa, con un abanico enorme de grupos étnicos, con idiomas, tradiciones, vestimentas y modos de vida diferentes, con mucha gente linda, colores fuertes, Fridas por todos lados, con posibles huracanes y terremotos, calor y frío, corrupción y narcotraficantes, migración buscando a quién deportar…

Saberlo, no disminuye mi sorpresa, no dejo de estar impactada de lo que estoy viviendo y conociendo cuando solo he recorrido unos pocos kilómetros en una de las zonas más turísticas del país y del mundo como lo es el Caribe Mexicano en la Riviera Maya. He pasado de estar en una Escuela Waldorf en la selva cerca de Playa del Carmen, a tener que hospedarme en un hostel en el centro de la ciudad, a visitar Isla Mujeres y ahora estar en la Isla Cozumel, a escasos 45 minutos de navegación con el ferry de Playa del Carmen.

¡Qué contrastes!

En la escuela Waldorf, entre tanto verde y sonidos de la selva, se respira un clima de espiritualidad, respeto, trabajo silencioso y profundo. A 15 minutos de allí, en coche, está Playa centro, con su zona hotelera, las playas, los boliches, las avenidas de cartón pintado que ofrecen a los turistas una variedad de propuestas seductoras y para todos los gustos…

Allí no hay respeto por la naturaleza, las playas casi no existen por el avance inmobiliario, los hoteles ocupan el espacio con camastros y reposeras que cobran o son de uso exclusivo de los que pagan el all-inclusive… y los jóvenes especialmente eligen eses destino con un casi único fin: 15 días de vacaciones para pasarlo de “Fiesta” (léase, mucho alcohol, mucha droga de todo tipo y mucho sexo). Acostumbrada a alojarme en hostels en habitaciones compartidas, nunca había vivido escenas que vi en este viaje.

Muchos jóvenes están todo el día borrachos, sin para de tomar cerveza y bebidas fuertes y las drogas como el éxtasis, la cocaína, y otras son moneda corriente y tienen sexo en las habitaciones compartidas sin reparar en la falta de intimidad y en que en ese momento hay otros descansando en el mismo dormitorio. Parece el comentario de una “vieja pacata” pero es que estoy preocupada por verlo tan de cerca, tan masivo, a los jóvenes consumiendo sin libertad, porque de la manera en que lo viven, no hay libertad posible! He conversado con gente que me cuenta, intentando dar una respuesta a tan generalizado comportamiento, particularmente de esta zona de playa y mar turquesa…que incluso los locales, los que trabajan en el tema del buceo, excursiones, recepción turística.. tienen muchos momentos de ocio y que ese ocio no creativo, los empuja al consumo de sustancias y la auto-agresión. Que vivir descalzos, con un clima cálido casi todo el año, en traje de baño… los invita y contagia el desenfreno, que el contacto con la naturaleza no alcanza a equilibrar el malestar que deben vivir para llegar a estar gran parte del día bajo efectos de las drogas o borrachos.

Entonces de la paz de la experiencia espiritual vivida en la escuela Waldorf, a escapar de los hostels donde la música en alto volumen, la droga y el contacto sexual sin intimidad, me trae a Cozumel.

Y otra sorpresa…

En una isla rodeada de mar, de arrecifes de coral, con una de las faunas marinas más ricas del planeta, que vive del turismo del buceo, que recibe un promedio de 3 cruceros por día y que 6000 personas bajan de los muelles, para pasar solo unas horas en el pueblo… en esta isla donde la mayoría trabaja en relación al mar… la población local, los niños nacidos aquí, los jóvenes, o no saben nadar o nunca vieron un pez de colores ni una mantaraya, ni una estrella de mar, y no tuvieron la posibilidad de hacer snorkel y mucho menos de bucear. ¿Sorprendente, no?

Tomo contacto con Yolando Ros, una mujer española, que vive en México desde hace 9 años. Me relata su proyecto, emocionada por tan “casual” encuentro, ya que el día en que nos conocimos, era un día muy importante en el proceso de conformación de la Fundación que está gestando: La Tortuga Azul.

¡Entonces vuelvo a sentir esa hermosa sensación de estar en el lugar preciso, en el momento justo! Yolanda me invita a una Junta que realizarán al día siguiente con los que están interesados en colaborar y ser parte de la Fundación, y es un “Déjà vu”… Estar a miles de kilómetros de mi medio, de mi casa, del espacio de los Grupos Ser para Educar, y encontrarme con un grupo de gente, que se está reuniendo para dar inicio a una actividad totalmente hermana de las que estamos haciendo en muchos lugares del mundo en este mismo momento y con un discurso tan similar ya que los motiva lo mismo… “Crear espacios donde aprender lo esencial…” Y me invita a que los ayude, a que “les eche una mano” como dicen en México y allí estuve!

529217_562109217145463_2123209298_n

¡Este proyecto es realmente importante, novedoso, y quiero apoyarlos! Comparto algo de lo que conversé con Yolanda en nuestros primeros contactos, no pude grabarla, porque todo fue sumamente espontáneo y no preparado con anterioridad.

La Tortuga Azul

Yolanda, nació, creció y se educó en España. Es la fundadora, gestora y propietaria de La Tortuga Azul, hasta que se logre constituir la Fundación sin fines de lucro, que está en etapa de inicio de los trámites legales para su constitución.

Se diplomó en Ciencias de la Educación con una Máster en Educación Ambiental, Instructora PADI y CMAS , guía de buceo en cuevas y es defensora de la conservación del medio ambiente. La Tortuga Azul organizó diversas actividades de limpieza de playa y arrecifes y otros proyectos para el desarrollo y crecimiento de la pequeña población costera de Mahahual durante los años que vivió en el sur del estado de Quintana Roo.

Inició su carrera de buceo en el Mediterráneo español en 1996. Por su pasión con el BUCEO, decidió embarcarse en lo que sería no sólo un viaje de buceo sino una increíble aventura durante los últimos 13 años de su vida.

Viajó y vivió varios años en el Mar Rojo en Egipto, en las islas Similan y Surin en Thailandia, en el archipiélago de Mergui en Myanmar, en Cabo Verde en África, vivió también navegando en veleros o barcos de motor trabajando en centros de buceo, siempre fascinada por la vida submarina que encontraba en sus inmersiones.

Después de varias temporadas y varios destinos Yolanda decidió finalmente establecerse en Cozumel, en México, pero al año de su llegada, vivió el Huracán Wilma y este la llevó hacia el sur a Mahahual. Allí, en un pequeño paraíso en el Caribe mexicano , el sueño de un centro de buceo y tour operador se volvieron realidad, con unos equipos de buceo, varios tanques, y todo el entusiasmo y amor por el mar y el buceo, pasó casi 7 años de su vida acompañando a visitantes y a amigos en sus inmersiones .

En Noviembre del 2011 dejó Mahahual y fundó La Tortuga Azul con la que regresó a la Isla de Cozumel, de donde se había marchado hacía 7 años. Siente que luego de tanto viajar, esta Isla es su hogar y aquí quiere establecerse definitivamente.

549874_10151334121897424_783414160_n

En el año 2013, creció su fuerte deseo y necesidad de transformar su trabajo bajo el agua, vivido por ella como un el “regalo”, en una actividad terapéutica.

Al preguntarle qué era para ella el buceo, me respondió que desde ese 1996, cuando se inició, en la inmersión diaria en el mar, lo sintió como una forma de meditación, relajación y contemplación. Que solo le ha aportado satisfacciones y que fue terapéutico para su propia vida, liberándola de miedos, tristezas, de largos duelos.

Y de esa experiencia personal, es que surgió en el 2013, su proyecto de conformar una Fundación, compartirlo con todos esta posibilidad de bucear, comprometiéndose fuertemente con los niños, las niñas, jóvenes y mayores cozumeleños y vecinos de la isla. Con personas con capacidades diferentes, con disminución visual o ceguera total. Y todos aquellos que quieran abrir sus sentidos a una nueva experiencia de vida, y a un despertar de conciencia.

Me cuenta que se propone que a través del mar, del agua que somos y del mar que formamos parte, dar la posibilidad de tener una experiencia sensitiva para un desarrollo integral del ser. Y poder ayudar a todo el que lo desee a crear conciencia en un centro multidisciplinario, a través del arte, de la música, de los olores y sabores de la isla. De la flora y de la fauna. De los colores, de la danza, de terapias alternativas, de la comunicación, del respeto y del amor a sí mismo y la aceptación del otro, como un hermano. De la educación alternativa, libre, del juego, de las sonrisas y las risas. De la co-creación y la creatividad. De la participación y de la coherencia. Del hacer y hacer juntos. De aprender y enseñar a Ser.

Su deseo es abrir las puertas a los vecinos de la isla. Para que desde el primer día sea un espacio para todos.

Para conocer más sobre La Tortuga Azul puedes ingresar en el mapa de Reevo.